Como cualquier mexicano promedio, gozo de una mala dieta propiciada por mi pereza para hacerme la comida y mi propia mala costumbre de no comer algunos alimentos por ser quisquilloso. A esto le debo sumar mi adicción a la coca-cola que me obligaba a desayunar, comer y cenar con ella a tal grado, que me sorprende no cargar con mínimo algún principio de diabetes. De un día para otro decidí dejar de consumirla. Lejos de los posibles daños a largo plazo que el consumo de coca-cola podría causar a mis pobres riñones, hígado y páncreas, he decidido dejar de consumirla porque se está volviendo muy pinche caro.
Caro en el sentido que resulta insostenible que le estén aumentando un peso cada cierto tiempo a su antojo. También porque quería dejar de engrosar las filas de aquellos héroes que logran que México esté en los primeros lugares de la tabla en la que reconocen a los mayores consumidores de tan sabroso liquido en todo el mundo (al menos somos de los mejores en algo). Por ello decidí dar el gran paso y superarlo. No solo de la Coca-Cola, también de todas las aguas carbonatadas del mercado.
El despegarse no ha sido muy difícil, de hecho resulta ridículamente fácil, simplemente no la compras y ya. Eso es todo, ni terapias ni parches de coca son necesarios, el único obstáculo que me topé luego luego fue: ¿Y ahora qué bebo?
Años de dependencia a la coca-cola forjaron una poderosa unión casi simbiótica en la que calmaba mi sed rápidamente con poco dinero, pero ahora sin esa posibilidad cerca, mis opciones se reducían.
¿Agua simple? ¡Guácala! dirán lo que sea del agua en estado puro, pero a mi me sabe a rayos, hasta el hambre se me quita con unos sorbos. ¿Endulzada con sobrecitos del tipo zuko o koolaid? no les tengo mucha confianza, algunos me saben a refrescos tibios sin gas y muchos otros no saben a las frutas que dicen ser.
Mi salida práctica han sido las frutas. Gracias a que mi lugar de residencia está estratégicamente bien ubicado, las fruterías abundan como hongos en el piso de un balneario.
Descontando los sabores de frutas que no me gustan como el melón, kiwi, toronja y durazno (por mencionar algunos); queda una buena variedad para hacer agua aunque es cuando me topo con otro gran problema: el sabor no dura tanto tiempo, es más, con estos calorones a los que nos tiene acostumbrados abril y mayo, es frecuente que el agua sepa fea pasadas solo unas horas. Incluso refrigerada, para la noche un agua de naranja sabrá a naranjas pasadas `~´.
-Bueno hombre- pensé –estamos empezando-. Con eso en mente busqué surtirme de jugos en los supers locales para evitar situaciones como la anterior descrita, usándolos meramente como reserva en casos de emergencia.
Ya puestos en materia, una de las posibles explicaciones del por qué el mexicano prefiere consumir coca-cola a cualquier otro producto es sencilla, resulta más barato. Vamos, por 21 pesos te surten de 3 litros de potaje negro edulcorado carbonatado mientras que por 17 solo un litro de jugo de algo que parece mango. Aún si nos vamos por lo natural, el litro de jugo de naranja sale de 10 a 12 pesos, que si lo pensamos bien resulta barato pues hay que meterle mano de obra para exprimir muchas naranjas y conseguir un mísero litro.
Algo que me molestó fue que no todos los supers manejaran los mismos precios, mientras que en el OXXO los Jumex andaban a $17 por litro, las Farmacias del Ahorro (ajá) te los revientan a $21.50, un robo a mano armada hombre.
El Tampico ni a naranja sabe y el Beberé no anda muy lejos de él. Las marcas genéricas saben a madres. El Boing es el que salió vencedor en relación calidad y precio pues en cualquier lado te lo dan al mismo precio (excepto en las del ahorro ò_ó) y no sabe mal, lo único que me puede es que solo me gusta el de sabor a mango, precisamente el que se acaba primero. El del valle con su precio de 11 pesos por litro es con el que me he mantenido a flote (y siempre surten de mango).
Siento que bebo más aunque tal vez sea debido al calor por eso se me hace difícil establecer diferencias con respecto a mantener mi vida en base a la coca. Apenas a pasado un mes y como lo mencioné al principio, ha sido fácil dejar de consumirla, la cuestión es encontrarle un remplazo económico y ¿por qué no? Saludable.
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pues sólo piensa que en lo que gastas de jugo ya pudiste comprarte tu disco duro nuevo
ResponderEliminares por eso que he bebido agua a pesar de que mi dieta siempre ha sido de "agua en las comidas, jugo el resto del día, leche de noche".
pero bueno, tú no tienes que pagar renta, luz... xD pero tampoco te quejes talvez sea que el agua que comrpas sabe mal no que el agua en general tenga un mal sabor.
de todos modos mejor para mí que prefiero jugo a coca cuando voy a tu casa
El agua de sabor no es comprada, es hecha con fruta local.
ResponderEliminarY no, es imposible vivir en un régimen tan apretado como el tuyo, al menos que tenga en mis manos un buen RPG para olvidarme de cosas mundanas como el alimento y bebida.